lunes, 14 de noviembre de 2016

El Fracaso de la Democracia o la Ciencia Política.


¿El Fracaso de la Democracia o la Ciencia Política? 

El mundo ha esperado por naturaleza cambios en su forma de interacción social y cultural, sin embargo, las repercusiones son efectos de cambios políticos que paralelamente impactan en cada individuo de nuestra sociedad. Y actualmente existen muchas razones por las cuales la ciencia política estudia los cambios empíricos, siguiendo una compleja transformación en el establecimiento de la democracia.

Ante los fenómenos sociales e históricos que se han presentado en los años 2015 y 2016, pasando por cambios de regímenes políticos, retornos de sentimientos totalitarios nacionalistas, y una fragmentación en la democracia, hasta un nuevo juego geopolítico mundial que sucumben o se re exploran en las democracias del mundo. Que será fundamental hablar de aquellos que mueven un discurso de diferencias, entre aquellos profesionales de la política y aquellas personas que solo suponen saber de “política” y llegan a ser meramente especuladores del ejercicio del poder político.

Y es fundamental dejar claro cuál es la gran diferencia, citando a un politólogo alemán Münkler Herfried, “La ciencia que se acerca demasiado a la política corre el peligro de perder su carácter científico; y aquella, sobre todo la ciencia política, que si se aleja demasiado de su objeto y si la mira sólo con desdén, no podrá evitar perder sus posibilidades de influencia y orientación.”

Para hacer la política no es necesario ser politólogo, teniendo ángulos de percepción hacia una responsabilidad corporativa, el politólogo es parte no responsable de la actividad política. Eso conlleva a una distancia, desdén y hasta desprecio en las formas en que los políticos realizan la política.

Los hechos sucedidos en la noche del 13N 2015 de Francia con los atentados terroristas a una sociedad de libertades y comodidades democráticas, y hoy a un año, son parte de preocupación y lamentación en materia de política internacional, que ha venido de menor a mayor extremidad. Ante todo, el yihadismo global es una ideología encarnada en un movimiento político-religioso. (Cfr Corte Ibáñez, 2015) “Sus rasgos esenciales se adhieren a una versión rigorista, antioccidental y belicosa del islam suní, su condición extremista, su actividad violenta y su orientación e implantación transnacional”.

Al final de esa noche solo se había confirmado lo mencionado por el sociólogo Alain Tourine en enero del mismo año con la masacre de 12 personas en un emblemático semanario satírico francés, Charlie Hebdo. Tourine mencionó en aquel entonces “Esto fue una declaración de guerra, no un atentado”. Y sí, el mundo intrínsecamente se encuentra en muchas guerras no solo de manera conceptual de la milicia, sino geoestratégica de ideologías, de culturas y ahora se abrirá un frente de guerra comercial que muy probablemente se iniciará a partir del 20 de enero de 2017 con la llegada al poder de un megalómano, queriéndose convertir en político, pero no profesional en el país más poderoso del mundo: los Estados Unidos de América.


Decía la líder del Frente Nacional francés, y aspirante a la presidencia de su país, Marine Le Pen a la BBC, “Obviamente hay que comparar esta victoria con el rechazo de la constitución europea por el pueblo francés y con el voto del Brexit, pero también en la emergencia de movimientos devotos a la nación, movimientos patrióticos en Europa”. Y aunque para los ciudadanos que mostramos estar en el frente de una lucha democrática participativa, y derechos universales que no solo son concebidos como parte de libertad, sino de probables rutas hacia una vida de mayores oportunidades de bienestar, estás palabras nos causaran miedo o alerta, ya que la misma democracia promulga que una cosa es votar y otra dirigir, las elecciones, en el mejor de los casos no reflejan las virtudes de la democracia.

El problema central entre quiénes fueron los culpables de que una de las democracias más antiguas del mundo tenga en estos momentos un presidente, que podrá ser ignorante de cultura cívica y de la cultura política y de muchas más características que debería tener a su favor un presidente de los Estados Unidos de América en el siglo XXI.

Es el posible choque que está en la concepción general de la democracia que sirve para que la sociedad civil se desenvuelva en un clima de paz social. “Además, que se exprese con total transparencia el bien común, voluntad general, tranquilidad y seguridad jurídica” (Cervantes Liñan, 2009).

Por otro lado, durante los pasados seis días post electorales de Estados Unidos, he venido leyendo, escuchando y debatiendo en distintas mesas con colegas profesionales de la política, que el principal fracaso debido a la elección presidencial 2016 de los Estados Unidos con el actual Presidente electo Donal Trump, fue para los estudiosos de la politología, analistas o expertos en demoscopia, que al final embonan o recaen en la Ciencia Política, pero si es así no rechazamos la equivocación. Por lo que las elecciones estadounidenses como menciona el filósofo Ramin Jahanbegloo en su artículo “La ‘trumpización de la política´ “nos han enseñado que es posible invitar a las masas a elegir sin convertir necesariamente los dos ideales de libertad y democracia en una forma de autogobierno”.  

Esto quiere decir que no es causalidad la elección de Donal Trump, ni mucho menos el surgimiento de una “nueva era mundial” para líderes que abanderan el repudio a las libertades democráticas, a los inmigrantes, a los extranjeros, a los homosexuales, ecologistas, pro ambientalistas, proanimales, grupos que no se encuentran a favor de un proteccionismo económico y en lugar de idealizar muros fronterizos, buscan puentes de acción, de acuerdos y de cualidades virtuosas como el bienestar colectivo. 

Me parece que abriendo una línea entre si el sistema electoral estadounidense es o no democrático, no creo que debamos dar juicios de valor, sin saber que parte de la democracia hay teorías que se capitulan como las promesas que no podrán ser cumplidas. Y una de ellas como estudió Norberto Bobbio, politólogo italiano, dice: “La democracia representativa, que es la única forma de democracia que existe y funciona, es ya por sí misma una renuncia al principio de libertad como autonomía. El precio que debe pagarse por el compromiso de pocos es a menudo la indiferencia de muchos. Nada hay más peligroso para la democracia que el exceso de democracia”.

Por tanto, en mi opinión no fue completamente la equivocación de la politología o el uso de precisión metodológico en las encuestas de las elecciones estadounidenses, sino como diría Shumpeter la democracia de equilibrio volvió, “las élites que se imponen de las que se proponen”.  Ya que la presencia de élites en el poder no borra la diferencia entre regímenes democráticos y regímenes autocráticos. Al mundo de la Ciencia Política le espera jugar frentes más precisos que las encuestas, que pronósticos o apuestas; deberá concentrarse en análisis cualitativos, interpretativos sociológicos que puedan ser base para investigaciones políticas y futuras decisiones de acción, siendo así una nueva oportunidad de cabildeo en el estudio de todas las ciencias que conjugan la política.


Será una lucha incansable para la democracia en el mundo, tenemos una agenda geomundial débil pero que se correlacionará frente a movimientos progresistas y de mayor impacto en los comportamientos sociales de la juventud, porque al final aunque los “viejos” crean que el patriotismo o la diversidad cultural son el mal de sus estados, el tiempo y espacio podrán ser dos variables que permanecerán en la guerra de pensamientos políticos y aunque el mundo vuelva a estar en parálisis “cerebral” el sudor, las lágrimas y la sangre del raciocinio vencerán.


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