¿El Fracaso de la Democracia o la Ciencia Política?
El mundo ha
esperado por naturaleza cambios en su forma de interacción social y cultural,
sin embargo, las repercusiones son efectos de cambios políticos que
paralelamente impactan en cada individuo de nuestra sociedad. Y actualmente
existen muchas razones por las cuales la ciencia política estudia los cambios
empíricos, siguiendo una compleja transformación en el establecimiento de la
democracia.
Ante los fenómenos
sociales e históricos que se han presentado en los años 2015 y 2016, pasando
por cambios de regímenes políticos, retornos de sentimientos totalitarios
nacionalistas, y una fragmentación en la democracia, hasta un nuevo juego
geopolítico mundial que sucumben o se re exploran en las democracias del mundo.
Que será fundamental hablar de aquellos que mueven un discurso de diferencias,
entre aquellos profesionales de la política y aquellas personas que solo
suponen saber de “política” y llegan a ser meramente especuladores del
ejercicio del poder político.
Y es fundamental
dejar claro cuál es la gran diferencia, citando a un politólogo alemán Münkler
Herfried, “La ciencia que se acerca demasiado a la política corre el peligro de
perder su carácter científico; y aquella, sobre todo la ciencia política, que
si se aleja demasiado de su objeto y si la mira sólo con desdén, no podrá
evitar perder sus posibilidades de influencia y orientación.”
Para hacer la
política no es necesario ser politólogo, teniendo ángulos de percepción hacia
una responsabilidad corporativa, el politólogo es parte no responsable de la
actividad política. Eso conlleva a una distancia, desdén y hasta desprecio en
las formas en que los políticos realizan la política.
Los hechos
sucedidos en la noche del 13N 2015 de Francia con los atentados terroristas a
una sociedad de libertades y comodidades democráticas, y hoy a un año, son
parte de preocupación y lamentación en materia de política internacional, que
ha venido de menor a mayor extremidad. Ante todo, el yihadismo global es una
ideología encarnada en un movimiento político-religioso. (Cfr Corte Ibáñez,
2015) “Sus rasgos esenciales se adhieren a una versión rigorista,
antioccidental y belicosa del islam suní, su condición extremista, su actividad
violenta y su orientación e implantación transnacional”.
Al final de esa
noche solo se había confirmado lo mencionado por el sociólogo Alain Tourine en
enero del mismo año con la masacre de 12 personas en un emblemático semanario
satírico francés, Charlie Hebdo. Tourine mencionó en aquel entonces “Esto fue
una declaración de guerra, no un atentado”. Y sí, el mundo intrínsecamente se
encuentra en muchas guerras no solo de manera conceptual de la milicia, sino geoestratégica
de ideologías, de culturas y ahora se abrirá un frente de guerra comercial que
muy probablemente se iniciará a partir del 20 de enero de 2017 con la llegada
al poder de un megalómano, queriéndose convertir en político, pero no
profesional en el país más poderoso del mundo: los Estados Unidos de América.
Decía la líder del
Frente Nacional francés, y aspirante a la presidencia de su país, Marine Le Pen
a la BBC, “Obviamente hay que comparar esta victoria con el rechazo de la
constitución europea por el pueblo francés y con el voto del Brexit, pero
también en la emergencia de movimientos devotos a la nación, movimientos
patrióticos en Europa”. Y aunque para los ciudadanos que mostramos estar en el
frente de una lucha democrática participativa, y derechos universales que no
solo son concebidos como parte de libertad, sino de probables rutas hacia una
vida de mayores oportunidades de bienestar, estás palabras nos causaran miedo o
alerta, ya que la misma democracia promulga que una cosa es votar y otra
dirigir, las elecciones, en el mejor de los casos no reflejan las virtudes de
la democracia.
El problema central
entre quiénes fueron los culpables de que una de las democracias más antiguas
del mundo tenga en estos momentos un presidente, que podrá ser ignorante de
cultura cívica y de la cultura política y de muchas más características que
debería tener a su favor un presidente de los Estados Unidos de América en el
siglo XXI.
Es el posible
choque que está en la concepción general de la democracia que sirve para que la
sociedad civil se desenvuelva en un clima de paz social. “Además, que se
exprese con total transparencia el bien común, voluntad general, tranquilidad y
seguridad jurídica” (Cervantes Liñan, 2009).
Por otro lado, durante
los pasados seis días post electorales de Estados Unidos, he venido leyendo,
escuchando y debatiendo en distintas mesas con colegas profesionales de la
política, que el principal fracaso debido a la elección presidencial 2016 de los
Estados Unidos con el actual Presidente electo Donal Trump, fue para los
estudiosos de la politología, analistas o expertos en demoscopia, que al final
embonan o recaen en la Ciencia Política, pero si es así no rechazamos la
equivocación. Por lo que las elecciones estadounidenses como menciona el
filósofo Ramin Jahanbegloo en su artículo “La ‘trumpización de la política´
“nos han enseñado que es posible invitar a las masas a elegir sin convertir
necesariamente los dos ideales de libertad y democracia en una forma de
autogobierno”.
Esto quiere decir
que no es causalidad la elección de Donal Trump, ni mucho menos el surgimiento
de una “nueva era mundial” para líderes que abanderan el repudio a las
libertades democráticas, a los inmigrantes, a los extranjeros, a los
homosexuales, ecologistas, pro ambientalistas, proanimales, grupos que no se
encuentran a favor de un proteccionismo económico y en lugar de idealizar muros
fronterizos, buscan puentes de acción, de acuerdos y de cualidades virtuosas
como el bienestar colectivo.
Me parece que
abriendo una línea entre si el sistema electoral estadounidense es o no
democrático, no creo que debamos dar juicios de valor, sin saber que parte de
la democracia hay teorías que se capitulan como las promesas que no podrán ser
cumplidas. Y una de ellas como estudió Norberto Bobbio, politólogo italiano,
dice: “La democracia representativa, que es la única forma de democracia que
existe y funciona, es ya por sí misma una renuncia al principio de libertad
como autonomía. El precio que debe pagarse por el compromiso de pocos es a
menudo la indiferencia de muchos. Nada hay más peligroso para la democracia que
el exceso de democracia”.
Por tanto, en mi
opinión no fue completamente la equivocación de la politología o el uso de
precisión metodológico en las encuestas de las elecciones estadounidenses, sino
como diría Shumpeter la democracia de equilibrio volvió, “las élites que se
imponen de las que se proponen”. Ya que
la presencia de élites en el poder no borra la diferencia entre regímenes
democráticos y regímenes autocráticos. Al mundo de la Ciencia Política le
espera jugar frentes más precisos que las encuestas, que pronósticos o apuestas;
deberá concentrarse en análisis cualitativos, interpretativos sociológicos que
puedan ser base para investigaciones políticas y futuras decisiones de acción,
siendo así una nueva oportunidad de cabildeo en el estudio de todas las
ciencias que conjugan la política.
Será una lucha
incansable para la democracia en el mundo, tenemos una agenda geomundial débil
pero que se correlacionará frente a movimientos progresistas y de mayor impacto
en los comportamientos sociales de la juventud, porque al final aunque los
“viejos” crean que el patriotismo o la diversidad cultural son el mal de sus
estados, el tiempo y espacio podrán ser dos variables que permanecerán en la
guerra de pensamientos políticos y aunque el mundo vuelva a estar en parálisis
“cerebral” el sudor, las lágrimas y la sangre del raciocinio vencerán.



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